Para celebrar el día de los culpables
El ex integrante del Batallón 601 del Ejército José Luis Ricchiuti y su mujer, Elida Hermann, fueron encontrados culpables de la apropiación de la hija de Antonio García y Beatriz Recchia. La niña nació en Campo de Mayo en mayo de 1977.
por Victoria Ginzberg
La hija menor de Antonio García y Beatriz Recchia nació en Campo de Mayo. Fue apropiada por José Luis Ricchiuti y Elida Hermann. Los documentos que indican que la niña, llamada Bárbara, es hija de ese ex integrante del Batallón 601 del Ejército y su mujer son falsos y deben ser destruidos. Ella debe ser anotada con sus verdaderos apellidos. Lo que primero fue una sospecha, luego una denuncia, más tarde una convicción, desde ayer es una certeza convalidada por un fallo judicial. El Tribunal Oral Federal de San Martín condenó a Ri-cchiuti a trece años y medio de prisión y a Hermann a ocho.
Juliana García Recchia sonreía en la puerta del auditorio municipal de San Martín, en José León Suárez, donde se realizó el proceso. La decisión de los jueces Marcelo Gonzalo Díaz Cabral, Alfredo Justo Ruiz Paz y Víctor Horacio Bianco más que dejarla satisfecha le sacó un peso que cargó sobre sus espaldas durante 33 años. “Ningún fallo me va a devolver 32 años de mi hermana ni a mis viejos, pero es un momento reparador, cierra una etapa. A partir de ahora se puede empezar a construir algo más normal, otra relación con mi hermana”, dijo la hija mayor de Antonio García y Beatriz Recchia y motor de esta causa judicial. Juliana llevaba una remera con la imagen de sus padres. “Saldé esa deuda con ellos: la encontramos y ahora los condenamos”, concluyó.
El 12 de enero de 1977, efectivos del Ejército vestidos de civil irrumpieron en la casa en la que vivían García y Recchia en Villa Adelina. El era maestro y ella maestra jardinera y se habían conocido en un taller de historia. Participaban de grupos católicos, de allí pasaron a militar en barrios y luego en la organización Montoneros. Los vecinos de su casa de Villa Adelina relataron que en el operativo hubo unos treinta militares y que se produjo un tiroteo. García fue asesinado y enterrado como NN en el cementerio de Boulogne. Recchia, que estaba embarazada de cinco meses, fue secuestrada y llevada al Campito, el centro que funcionó en Campo de Mayo. Sobrevivientes de ese sitio la identificaron como “La Tina”, “de pelo lacio, de ojos claros, que estaba con un embarazo muy avanzado, a punto de tener familia”. No hubo más noticias de la mujer y del niño o niña que parió en cautiverio hasta que en febrero de 2009 las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el hallazgo del caso 97. La identificación se hizo a través de una causa judicial que llevó adelante la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado, quien ordenó un análisis de sangre sobre una joven que los abogados de Abuelas señalaron como posible hija de desaparecidos. El resultado del estudio de ADN realizado por el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand le devolvió la identidad a Bárbara García Recchia y permitió que Juliana, que había acariciado la panza donde crecía su hermana, se fundiera en un abrazo con el que intentaba recuperar algo de los 33 años que le habían robado.
La jornada de ayer había empezado con las últimas palabras de Ri-cchiuti. El hombre le pidió perdón al tribunal por el trabajo que causó y a la joven que se apropió por las molestias que pudiera haberle ocasionado el juicio, no así por el delito del que fue encontrado culpable. “Nos tenés que pedir perdón a nosotros, que te la afanaste”, no pudo contenerse Juliana cuando el ex integrante del Batallón 601 bajó del estrado. Las Abuelas tenían denuncias que apuntaban a Ricchiuti desde 1984. Decían que se había quedado con una niña. Que la había conseguido de un momento a otro y que le había contado a un vecino que se la había traído envuelta en una campera una noche de Campo de Mayo.
Durante el juicio, Ricchiuti alegó que encontró a la beba en su auto, cuya puerta no abría ni cerraba bien y buscó minimizar su rol dentro del Ejército. “Nadie te creyó que sólo servías café”, le gritaron cuando el tribunal terminó de leer el fallo. El se retiró. Hermann se quedó un rato mirando al público y haciendo gestos, entre desafiante y burlona.
Miembros de HIJOS, nietos recuperados, tíos y amigos acompañaron a Juliana, que gritó el nombre de sus padres. Todos respondieron: ¡Presentes! Hubo aplausos y el clásico “Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar” fue seguido del “Ya pasó la Nochebuena, ya pasó la Navidad, para todos los milicos, año nuevo en Marcos Paz”.
Los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud y Luciano Hazan también quedaron conformes con las condenas a trece años y seis meses y ocho años. Ellos habían pedido 25 años por los delitos de sustracción, retención y ocultamiento de una menor de diez años y alteración del estado civil. Pero los jueces del tribunal oral consideraron que se trataba de un solo hecho, con lo que la máxima era de quince, no lejos de lo que le tocó a Ricchiuti. Hermann, por su parte, recibió una de las penas más severas aplicadas hasta el momento para una mujer acusada de apropiación no perteneciente a las Fuerzas Armadas o de seguridad.
El ex integrante del Batallón 601 del Ejército José Luis Ricchiuti y su mujer, Elida Hermann, fueron encontrados culpables de la apropiación de la hija de Antonio García y Beatriz Recchia. La niña nació en Campo de Mayo en mayo de 1977.
por Victoria Ginzberg
La hija menor de Antonio García y Beatriz Recchia nació en Campo de Mayo. Fue apropiada por José Luis Ricchiuti y Elida Hermann. Los documentos que indican que la niña, llamada Bárbara, es hija de ese ex integrante del Batallón 601 del Ejército y su mujer son falsos y deben ser destruidos. Ella debe ser anotada con sus verdaderos apellidos. Lo que primero fue una sospecha, luego una denuncia, más tarde una convicción, desde ayer es una certeza convalidada por un fallo judicial. El Tribunal Oral Federal de San Martín condenó a Ri-cchiuti a trece años y medio de prisión y a Hermann a ocho.
Juliana García Recchia sonreía en la puerta del auditorio municipal de San Martín, en José León Suárez, donde se realizó el proceso. La decisión de los jueces Marcelo Gonzalo Díaz Cabral, Alfredo Justo Ruiz Paz y Víctor Horacio Bianco más que dejarla satisfecha le sacó un peso que cargó sobre sus espaldas durante 33 años. “Ningún fallo me va a devolver 32 años de mi hermana ni a mis viejos, pero es un momento reparador, cierra una etapa. A partir de ahora se puede empezar a construir algo más normal, otra relación con mi hermana”, dijo la hija mayor de Antonio García y Beatriz Recchia y motor de esta causa judicial. Juliana llevaba una remera con la imagen de sus padres. “Saldé esa deuda con ellos: la encontramos y ahora los condenamos”, concluyó.
El 12 de enero de 1977, efectivos del Ejército vestidos de civil irrumpieron en la casa en la que vivían García y Recchia en Villa Adelina. El era maestro y ella maestra jardinera y se habían conocido en un taller de historia. Participaban de grupos católicos, de allí pasaron a militar en barrios y luego en la organización Montoneros. Los vecinos de su casa de Villa Adelina relataron que en el operativo hubo unos treinta militares y que se produjo un tiroteo. García fue asesinado y enterrado como NN en el cementerio de Boulogne. Recchia, que estaba embarazada de cinco meses, fue secuestrada y llevada al Campito, el centro que funcionó en Campo de Mayo. Sobrevivientes de ese sitio la identificaron como “La Tina”, “de pelo lacio, de ojos claros, que estaba con un embarazo muy avanzado, a punto de tener familia”. No hubo más noticias de la mujer y del niño o niña que parió en cautiverio hasta que en febrero de 2009 las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron el hallazgo del caso 97. La identificación se hizo a través de una causa judicial que llevó adelante la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado, quien ordenó un análisis de sangre sobre una joven que los abogados de Abuelas señalaron como posible hija de desaparecidos. El resultado del estudio de ADN realizado por el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand le devolvió la identidad a Bárbara García Recchia y permitió que Juliana, que había acariciado la panza donde crecía su hermana, se fundiera en un abrazo con el que intentaba recuperar algo de los 33 años que le habían robado.
La jornada de ayer había empezado con las últimas palabras de Ri-cchiuti. El hombre le pidió perdón al tribunal por el trabajo que causó y a la joven que se apropió por las molestias que pudiera haberle ocasionado el juicio, no así por el delito del que fue encontrado culpable. “Nos tenés que pedir perdón a nosotros, que te la afanaste”, no pudo contenerse Juliana cuando el ex integrante del Batallón 601 bajó del estrado. Las Abuelas tenían denuncias que apuntaban a Ricchiuti desde 1984. Decían que se había quedado con una niña. Que la había conseguido de un momento a otro y que le había contado a un vecino que se la había traído envuelta en una campera una noche de Campo de Mayo.
Durante el juicio, Ricchiuti alegó que encontró a la beba en su auto, cuya puerta no abría ni cerraba bien y buscó minimizar su rol dentro del Ejército. “Nadie te creyó que sólo servías café”, le gritaron cuando el tribunal terminó de leer el fallo. El se retiró. Hermann se quedó un rato mirando al público y haciendo gestos, entre desafiante y burlona.
Miembros de HIJOS, nietos recuperados, tíos y amigos acompañaron a Juliana, que gritó el nombre de sus padres. Todos respondieron: ¡Presentes! Hubo aplausos y el clásico “Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar” fue seguido del “Ya pasó la Nochebuena, ya pasó la Navidad, para todos los milicos, año nuevo en Marcos Paz”.
Los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud y Luciano Hazan también quedaron conformes con las condenas a trece años y seis meses y ocho años. Ellos habían pedido 25 años por los delitos de sustracción, retención y ocultamiento de una menor de diez años y alteración del estado civil. Pero los jueces del tribunal oral consideraron que se trataba de un solo hecho, con lo que la máxima era de quince, no lejos de lo que le tocó a Ricchiuti. Hermann, por su parte, recibió una de las penas más severas aplicadas hasta el momento para una mujer acusada de apropiación no perteneciente a las Fuerzas Armadas o de seguridad.
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