EL TRABAJO DEL EQUIPO ARGENTINO DE ANTROPOLOGIA FORENSE CON RESTOS DE VICTIMAS DE LA DICTADURA
Los científicos del EAAF analizan restos óseos exhumados en diferentes cementerios y fosas comunes y habilitan la comparación con sangre de familiares de víctimas del terrorismo de Estado. En agosto se añadirán 800 muestras de sangre.
Por Adrián Pérez
La noticia sobre la identificación de su padre fue para Marina como un regalo adelantado de Navidad. Lo recibió cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) aplicó el conocimiento científico para rescatar del anonimato a Wenceslao Araujo, mediante un trabajo que viene desarrollándose desde enero de 2008, en el marco del Proyecto Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Desaparecidos (ILID). Patricia Bernardi es una de las investigadoras que trabajan en el equipo de antropólogos y fue la encargada de confirmarle a Marina que los restos exhumados en el cementerio de Rafael Calzada pertenecían a su padre. La antropóloga adelanta a Página/12 que, a mediados de agosto, 800 muestras de sangre correspondientes a nuevos familiares serán enviadas a Estados Unidos para ser procesadas en el laboratorio Bode Technology de Virginia. Hasta el 15 de enero, el EAAF había reconocido las identidades de ochenta y seis personas. Bernardi actualiza ese dato e informa que, actualmente, ciento veinte personas ya fueron identificadas.
Por un convenio de colaboración entre el EAAF y la Asesoría Pericial de La Plata, en octubre de 2002 los antropólogos comenzaron a recibir, para su análisis, un conjunto de restos óseos de presuntas víctimas della última dictadura, que habían sido exhumados en 1984 en el cementerio de Rafael Calzada por bomberos y sepultureros sin el debido cuidado ni entrenamiento en técnicas forenses. Gracias al estudio antropológico, los científicos determinaron que las cuatro bolsas recibidas contenían restos de nueve individuos en un rango de edad adulta. Seis años después tomaron muestras óseas de esos restos que fueron enviadas para que se analizaran en Bode Technology. Luego se cotejó el perfil genético de los restos óseos con las muestras de sangre tomadas en diferentes centros de salud del país. La sangre de Marina se encontraba entre esas muestras. El 7 de septiembre de 2009 se envió al Laboratorio de Inmunogenética y Diagnóstico Molecular (Lidmo) del EAAF en Córdoba una muestra de húmero derecho que correspondía a los restos de Wenceslao Araujo. Después, llegó al Lidmo una segunda muestra de sangre, de Ernesto, hermano de Marina. Los análisis evidenciaron que había “coincidencia” entre la sangre de los familiares y el perfil genético de los restos óseos. Y, finalmente, se estableció el “vínculo biológico” entre Wenceslao Araujo, Marina Alejandra García y Ernesto Rafael Montiel. Sobre la base de los resultados obtenidos por los análisis genéticos, un informe antropológico forense publicado en enero concluyó que los restos esqueletarios estudiados correspondían a Wenceslao Araujo, desaparecido desde marzo de 1978.
Dos años atrás, la tarea del equipo de antropólogos se fortaleció cuando el Lidmo recibió seiscientas muestras de esqueletos exhumados por el EAAF en distintos cementerios de la ciudad y el Gran Buenos Aires; luego remitidos al Bode Technology para un procesamiento intensivo, junto con seis mil muestras de sangre de familiares de desaparecidos. “Hasta hoy y en el marco del proyecto ILID, hemos identificado a 120 personas que figuraban como desaparecidas”, apunta Bernardi y adelanta que tienen pensado, para mediados de agosto, “un tercer envío que consiste en 800 muestras de sangre de nuevos familiares” que se sumarán “a las seis mil que se recopilaron” hasta el momento.
El análisis de estas muestras podría generar un horizonte de esperanza para que otras Marinas y otros Ernestos accedan a los restos de sus seres queridos. “Con Marina entablamos una relación de llamados continuos pero siempre le hablé con franqueza. Le decía que teníamos que manejarnos con los tiempos de la Justicia y la genética”, admite y señala que hasta que no se avanza en resultados firmes “no podemos confirmar con certeza la identidad de la persona”.
–¿Cuáles fueron las mayores dificultades que se presentaron en la tarea de identificación de restos hasta el momento?
–Si comparamos la extracción del perfil genético, el trabajo sobre el material óseo presenta más dificultades que cuando se trata sangre. Eso llevó a que los tiempos se extendieran más de lo esperado. Otro punto es que muchas personas se exiliaron del país y otros no denunciaron la desaparición de sus familiares a la Conadep. En algunos casos, los familiares de desaparecidos que quedaron vivos fallecieron sin dejar descendencia. Por eso necesitamos que todas las personas que tengan familiares desaparecidos se acerquen a donar una gota de sangre. Eso genera que las posibilidades de reconocer los restos aumenten.
El EAAF sigue llevando adelante los trabajos de exhumación en el Gran Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Tucumán. El 9 de junio, el equipo de antropólogos identificó, por primera vez, una fosa común con “restos de miembros inferiores (fémur, rótula, tibia, peroné, calcáneo y astrágalo) correspondientes a una persona normal adulta” cubiertos por cal, en un predio de más de cien hectáreas del ejército ubicado en la zona de San Pedro, a cincuenta kilómetros de la capital santafesina.
Los familiares que quieran donar sangre pueden llamar en forma gratuita al 0800-333-2334, donde un grupo de especialistas los conectará, dependiendo del lugar donde residan, e informará sobre distintos centros de salud donde pueden tomarse las muestras. El tratamiento de los datos es absolutamente confidencial. En Argentina existen 68 centros con personal y equipos disponibles para la extracción de sangre.
Los científicos del EAAF analizan restos óseos exhumados en diferentes cementerios y fosas comunes y habilitan la comparación con sangre de familiares de víctimas del terrorismo de Estado. En agosto se añadirán 800 muestras de sangre.
Por Adrián Pérez
La noticia sobre la identificación de su padre fue para Marina como un regalo adelantado de Navidad. Lo recibió cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) aplicó el conocimiento científico para rescatar del anonimato a Wenceslao Araujo, mediante un trabajo que viene desarrollándose desde enero de 2008, en el marco del Proyecto Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Desaparecidos (ILID). Patricia Bernardi es una de las investigadoras que trabajan en el equipo de antropólogos y fue la encargada de confirmarle a Marina que los restos exhumados en el cementerio de Rafael Calzada pertenecían a su padre. La antropóloga adelanta a Página/12 que, a mediados de agosto, 800 muestras de sangre correspondientes a nuevos familiares serán enviadas a Estados Unidos para ser procesadas en el laboratorio Bode Technology de Virginia. Hasta el 15 de enero, el EAAF había reconocido las identidades de ochenta y seis personas. Bernardi actualiza ese dato e informa que, actualmente, ciento veinte personas ya fueron identificadas.
Por un convenio de colaboración entre el EAAF y la Asesoría Pericial de La Plata, en octubre de 2002 los antropólogos comenzaron a recibir, para su análisis, un conjunto de restos óseos de presuntas víctimas della última dictadura, que habían sido exhumados en 1984 en el cementerio de Rafael Calzada por bomberos y sepultureros sin el debido cuidado ni entrenamiento en técnicas forenses. Gracias al estudio antropológico, los científicos determinaron que las cuatro bolsas recibidas contenían restos de nueve individuos en un rango de edad adulta. Seis años después tomaron muestras óseas de esos restos que fueron enviadas para que se analizaran en Bode Technology. Luego se cotejó el perfil genético de los restos óseos con las muestras de sangre tomadas en diferentes centros de salud del país. La sangre de Marina se encontraba entre esas muestras. El 7 de septiembre de 2009 se envió al Laboratorio de Inmunogenética y Diagnóstico Molecular (Lidmo) del EAAF en Córdoba una muestra de húmero derecho que correspondía a los restos de Wenceslao Araujo. Después, llegó al Lidmo una segunda muestra de sangre, de Ernesto, hermano de Marina. Los análisis evidenciaron que había “coincidencia” entre la sangre de los familiares y el perfil genético de los restos óseos. Y, finalmente, se estableció el “vínculo biológico” entre Wenceslao Araujo, Marina Alejandra García y Ernesto Rafael Montiel. Sobre la base de los resultados obtenidos por los análisis genéticos, un informe antropológico forense publicado en enero concluyó que los restos esqueletarios estudiados correspondían a Wenceslao Araujo, desaparecido desde marzo de 1978.
Dos años atrás, la tarea del equipo de antropólogos se fortaleció cuando el Lidmo recibió seiscientas muestras de esqueletos exhumados por el EAAF en distintos cementerios de la ciudad y el Gran Buenos Aires; luego remitidos al Bode Technology para un procesamiento intensivo, junto con seis mil muestras de sangre de familiares de desaparecidos. “Hasta hoy y en el marco del proyecto ILID, hemos identificado a 120 personas que figuraban como desaparecidas”, apunta Bernardi y adelanta que tienen pensado, para mediados de agosto, “un tercer envío que consiste en 800 muestras de sangre de nuevos familiares” que se sumarán “a las seis mil que se recopilaron” hasta el momento.
El análisis de estas muestras podría generar un horizonte de esperanza para que otras Marinas y otros Ernestos accedan a los restos de sus seres queridos. “Con Marina entablamos una relación de llamados continuos pero siempre le hablé con franqueza. Le decía que teníamos que manejarnos con los tiempos de la Justicia y la genética”, admite y señala que hasta que no se avanza en resultados firmes “no podemos confirmar con certeza la identidad de la persona”.
–¿Cuáles fueron las mayores dificultades que se presentaron en la tarea de identificación de restos hasta el momento?
–Si comparamos la extracción del perfil genético, el trabajo sobre el material óseo presenta más dificultades que cuando se trata sangre. Eso llevó a que los tiempos se extendieran más de lo esperado. Otro punto es que muchas personas se exiliaron del país y otros no denunciaron la desaparición de sus familiares a la Conadep. En algunos casos, los familiares de desaparecidos que quedaron vivos fallecieron sin dejar descendencia. Por eso necesitamos que todas las personas que tengan familiares desaparecidos se acerquen a donar una gota de sangre. Eso genera que las posibilidades de reconocer los restos aumenten.
El EAAF sigue llevando adelante los trabajos de exhumación en el Gran Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Tucumán. El 9 de junio, el equipo de antropólogos identificó, por primera vez, una fosa común con “restos de miembros inferiores (fémur, rótula, tibia, peroné, calcáneo y astrágalo) correspondientes a una persona normal adulta” cubiertos por cal, en un predio de más de cien hectáreas del ejército ubicado en la zona de San Pedro, a cincuenta kilómetros de la capital santafesina.
Los familiares que quieran donar sangre pueden llamar en forma gratuita al 0800-333-2334, donde un grupo de especialistas los conectará, dependiendo del lugar donde residan, e informará sobre distintos centros de salud donde pueden tomarse las muestras. El tratamiento de los datos es absolutamente confidencial. En Argentina existen 68 centros con personal y equipos disponibles para la extracción de sangre.
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