miércoles, 2 de febrero de 2011

Los dos soldados que fueron víctimas de la represión militar en Mendoza

Uno era de Buenos Aires y el otro de Salta. En uno de los casos estuvo involucrado un ex funcionario de Gabrielli que fue escrachado en el 2004.
DANIEL CALIVARES daniel.calivares@elsoldiario.com.ar

    Los hubo militantes de organizaciones sociales, miembros de sindicatos, estudiantes, sacerdotes y maestros. Durante la última dictadura militar, miembros de las Fuerzas Armadas y gran parte de las policías provinciales y de la Federal formaron parte del aparato de represión, torturando y asesinando personas y, en muchos casos, llegando a hacer desaparecer los cuerpos. Sin embargo, existe la otra parte dentro de las fuerzas de seguridad.

    En el juicio por delitos de lesa humanidad que se está llevando adelante en Mendoza, una de las causas es la desaparición de un policía de San Luis que fue salvajemente torturado por su condición de policía y su ideología, que lo acercaba más a los montoneros que a la dictadura. Pero hay otros casos, que si bien no forman parte del debate que se está llevando adelante, tienen como protagonistas a miembros de las Fuerzas Armadas que también desaparecieron, soldados que recién tomaban las armas y que estaban cumpliendo el servicio militar obligatorio. Algunos de esos casos ocurrieron en Mendoza y aún hoy no se han esclarecido.

HECHOS.

    En Argentina existen 129 soldados que fueron secuestrados por la dictadura militar. La mayoría de ellos de Córdoba y Buenos Aires, aunque también los hay de otras provincias. En Mendoza, fueron dos los conscriptos que desaparecieron, ninguno era ciudadano mendocino pero les tocó hacer el servicio en esta provincia, y de acá se los llevaron. Paulo Laffitte nació el 6 de marzo de 1955 y comenzó el servicio militar el 5 de febrero de 1976.

    Faltaba un mes para que cumpliera 21 y un poco más para que la Junta Militar comandada por Jorge Rafael Videla tomara el poder tras derrocar y encarcelar a María Estela Martínez de Perón. Una vez que entró, Laffitte, quien era de Buenos Aires, fue destinado a la Compañía de Esquiadores de Alta Montaña, que se encuentra en Puente del Inca. Allí, casi sin problemas, el soldado cumplía con su servicio, mientras se encontraba bajo el mando del mayor José Barrault y del segundo jefe Mario Godoy, según explica el capitán José Luis D’Andrea Mohr en su libro El escuadrón perdido.

    Sin embargo, los conflictos para Laffitte no tardaron en aparecer. Una carta  fechada el 22 de setiembre de 1976, que fue enviada por el conscripto a su madre, dice: “He recibido tu carta y a la vez que me causó mucha alegría, sentí angustia por lo que en ella escribes. Sé que tengo que comunicarme más seguido con ustedes pero es difícil para mí sentarme a escribir y hablar de cómo me van las cosas, o si estoy bien o mal, casí siempre me encuentro deprimido, de mal humor o con algún problema, como en este caso”.

    El problema para el soldado no era menor y él mismo lo entendía así: “Más ahora que me encuentro metido en un problema bastante serio y peligroso; me han complicado con un tipo que se droga. A esto se suma la creencia de que yo soy marxista, todo por culpa del segundo jefe de compañía, él me fabricó como guerrillero, es un obsesionado. La cuestión es que el caso llegó al Comando de la Brigada y allí decidieron que debían castigarme, todavía no sé en qué consiste el castigo pero sé que no será blando”.

    Finalmente, Laffitte pedía en la misiva a su madre que esta lo ayudara a viajar a Buenos Aires, adonde podía ir sólo con permiso de su jefe. Esa no sería la última carta del joven soldado a su madre. El 15 de noviembre otra epístola llegaba a la casa de su progenitora: “Mami: como siempre, deseo que estés bien de salud y de espíritu, al margen de los problemas económicos que seguramente tendrás. Como ya sabés, estuve en el Hospital Militar de Mendoza bajo observación médica, y pasé 16 días panza arriba, lo cual me vino muy bien, dormí lo suficiente como para calmar los nervios y sentirme mucho mejor. Muy pronto estaré en Buenos Aires, ya de baja, por eso necesito que me mandes zapatos y una camisa”.

    La carta sirvió para dejar a la mujer más tranquila, pero no por mucho tiempo, ya que unos días más tarde, el 24 de noviembre, dos hermanas del soldado serían detenidas por casi una semana en Buenos Aires en un acto intimidatorio. Frente a la posible baja de su hijo, la mujer, el 21 de diciembre de 1976, envió una carta a la Compañía de Esquiadores y el encargado de responderle fue Barrault, quien le señaló que su hijo no formaba parte de la compañía desde el 18 de noviembre, cuando se le dio de baja, luego de que la Junta Médica del Hospital Militar lo considerara “inútil para todo servicio por personalidad psicopática”.

    Ante esa noticia, y con el dolor de no saber dónde estaba su hijo, la mujer viajó a Mendoza y fue recibida por Barrault, quien le repitió lo mismo que decía la carta, igual respuesta a la que le dieron en el Hospital Militar. Incluso, el mayor le lanzó una hipótesis: “Dada su edad, es probable que ande por allí con una mujer”. Finalmente, la mujer volvió a Buenos Aires a seguir intentando averiguar algo y, en medio de esa tarea, le aconsejaron desistir para no poner e n peligro la vida de sus dos hijas .

    Paulo Laffitte jamás apareció, y algunos testigos afirman haberlo visto en un centro clandestino de La Plata. En tanto, Godoy, el “segundo jefe de la compañía”, señalado por el joven conscripto en su carta, fue escrachado en su casa en el 2004 por organismos de derechos humanos, pero antes, cuando Rodolfo Gabrielli era gobernador, fue el encargado de administrar la asistencia desde la Dirección de Emergencia Social y también fue jefe de Policía. En el 2007, cuando Julio Cobos era gobernador, volvió a aparecer en escena, cuando el entonces ministro de Seguridad, Alfredo Cornejo, convocó a distintas agencias de vigilancia privada para combatir la inseguridad, y Godoy fue uno de los que estuvo presente en el anuncio.

EL SEGUNDO CASO.

    Según consta en expedientes judiciales y en el libro de D’Andrea Mohr, en Mendoza hubo un segundo soldado que desapareció. Se trata de Néstor Alberto Oliva. El joven tenía 26 años y era salteño. De acuerdo con una declaración hecha ante la Justicia por un familiar de él, el joven estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Salta y trabajaba en la obra social del centro de estudios, como así también participaba en un centro de estudiantes antes del golpe de Estado.

    Una vez que este se produjo, Oliva, que tenía hasta ese momento acordada una prórroga del servicio por estudios, se presentó a mediados de 1976 para cumplir con la convocatoria. Las primeras semanas iba a dormir al Distrito Militar dos o tres veces por semana, y luego tenía permiso de salida , hasta que en julio o agosto de ese año avisó que iba a ser trasladado a Mendoza y que estaba preocupado, porque habían desaparecido varios conscriptos.

    Después de ese aviso, ningún familiar volvió a verlo ni a hablar con él, hasta que en diciembre de 1976 su familia recibió un comunicado del Comando del Ejército de la VIII Brigada de Montaña de Mendoza en el que aseguraban que Oliva había salido en uso de licencia el 13 de octubre de 1976 por 17 días y que no había regresado al cuartel, por eso, se lo declaraba desertor, en una modalidad muy repetida cuando el secuestrado era un conscripto. Oliva, igual que Laffitte, no volvió a aparecer jamás.

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