Al declarar en la causa por el asesinato de los curas Murias y Longeville
La Rioja.-El diputado provincial y ex sacerdote Delfor Brizuela afirmó que los ex cardenales Juan Carlos Aramburu y Raúl Primatesta "fueron cómplices de la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983" y agregó que monseñor Adolfo Tortolo y monseñor Victorio Bonamín directamente "entregaron gente a los militares". Brizuela declaró como testigo en la causa que se investiga los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville ocurrido el 18 de julio de 1976 en la ciudad de Chamical, por los que están siendo juzgados los represores Luis Fernando Estrella y Domingo Benito Vera.
"Primatesta junto con Aramburu fueron cómplices de la última dictadura militar en nuestro país, pero lo de Primatesta fue un silencio cómplice, aunque diría que más cómplice que silencio", sostuvo Brizuela.
Precisó que "el caso de Monseñor Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín fue peor porque directamente entregaban gente a los militares que estaban a cargo de gobernar el país, en una época en la cual las persecuciones a los sacerdotes, especialmente a los de la pastoral de Enrique Angelelli, eran permanentes".
"El mensaje del obispo Angelelli era un mensaje de liberación, y él y los sacerdotes Longeville y Murias eran
considerados peligrosos enemigos del régimen y del ser nacional, una conceptualización qué se hacía en esos tiempos. Recuerdo que les decían 'los apatriados'", recordó.
Brizuela comentó que "la noticia que le llegó al Papa es que acá había una iglesia ecléctica que no se adaptaba a las reglas".
"Primatesta junto con Aramburu fueron cómplices de la última dictadura militar en nuestro país, pero lo de Primatesta fue un silencio cómplice, aunque diría que más cómplice que silencio", sostuvo Brizuela.
Precisó que "el caso de Monseñor Adolfo Tortolo y Victorio Bonamín fue peor porque directamente entregaban gente a los militares que estaban a cargo de gobernar el país, en una época en la cual las persecuciones a los sacerdotes, especialmente a los de la pastoral de Enrique Angelelli, eran permanentes".
"El mensaje del obispo Angelelli era un mensaje de liberación, y él y los sacerdotes Longeville y Murias eran
considerados peligrosos enemigos del régimen y del ser nacional, una conceptualización qué se hacía en esos tiempos. Recuerdo que les decían 'los apatriados'", recordó.
Brizuela comentó que "la noticia que le llegó al Papa es que acá había una iglesia ecléctica que no se adaptaba a las reglas".
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